El Amalfitani fue escenario de un partido atípico, cargado de polémicas y tensión. Vélez venció 2-1 a Independiente en un encuentro donde todos los goles llegaron desde el punto de penal y en el que la única expulsión marcó el desarrollo del juego.

Por Paloma Audano
El duelo comenzó parejo, sin grandes ocasiones de peligro. Pero a los 33 minutos, una jugada aislada quebró el cero: Kevin Lomónaco resbaló en el área y derribó a Tomás Galván. El árbitro no dudó: penal y roja directa para el defensor de Independiente.
Con frialdad, Dilan Godoy ejecutó al palo izquierdo y adelantó a Vélez, que se fue al descanso con ventaja numérica y en el marcador.
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En el segundo tiempo, con uno menos, Independiente intentó reacomodarse. En una contra, Pablo Galdames fue derribado por Aarón Quirós dentro del área. Tras revisión del VAR, Rey Hilfer sancionó el penal que Felipe Loyola transformó en gol para el 1-1.
El empate parecía encaminar el partido hacia un cierre abierto, pero en los minutos finales otra jugada en el área cambió la historia: Jonathan De Irastorza sujetó a Braian Romero en un forcejeo y el juez volvió a pitar penal. El propio Romero se encargó de ejecutarlo con potencia, sentenciando el 2-1 definitivo para Vélez.
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Para velez este triunfo vale doble, con mayoría de suplentes por su compromiso de Copa Libertadores en la semana, el Fortín consiguió un triunfo fundamental en la tabla anual, alejándose de la zona de descenso.
Por su parte, Independiente con la expulsión temprana de Lomónaco y siete partidos consecutivos sin ganar, atraviesa un momento crítico que preocupa a su gente.
La noche en Liniers quedará marcada como “la noche de los penales”. Tres sanciones desde los doce pasos, una expulsión clave y la sensación de que los errores individuales definieron más que las virtudes colectivas. Vélez supo aprovechar las circunstancias y festejó; Independiente, en cambio, se fue con bronca y más preguntas que respuestas.